En el año 1947 se realizó en Buenos Aires, en la avenida 9 de julio, una gran exposición de aeronáutica, con aviones sobre la superficie y stand de industrias en las playas de estacionamiento subterráneas.En la parte reservada para los deportes aéreos estaban los dos clubes paracaidismo: el Club Argentina de Paracaidismo y el Círculo Argentino de Paracaidistas Cóndor.
Por obra del azar decidí por el Cóndor, conducido por tres ex soldados que habían efectuado el servicio militar en la Escuela de Paracaidistas de la Fuerza Aérea el año anterior y que deseaban continuar con la actividad; sus nombre eran Gabaroni, Marcheti y Diestefano. En la secretaria del Club, ubicada en el centro de Buenos Aires, recibíamos las clases teórica y en las mesas, aprendíamos el plegado de los paracaídas. Los fines de semana, en el aeroparque de Buenos Aires, hacíamos las prácticas de arraste y aprender a caer...!
Una vez obtenida la actitud médica llegó el gran día , en marzo del año 1948, con 17 años de edad. Decolamos del aeródromo del Aero Club Argentino en San Justo y saltamos en los terrenos linderos. ya que en el aeródromo consideraban al paracaidismo una "actividad peligrosa". El paracaídas fue un Dimaer de 28 pies de diámetro de apertura automática, igual que el de pecho
El salto fue desde 500 metros desde un piper PA 12 y como instructor me acompaño Marchetti. .Con un feliz aterrizaje vino la alegría y las felicitaciones de los compañeros; desde ese instan y durante 25 años, quedé absorbido por el paracaidismo y viví los mejores momentos e inolvidables de mi vida deportiva.
He dejado de lado la parte emocional de un joven empleado de oficina, sin ninguna relación con el medio y que nunca habia volado, por considerar que todos los que tienen la paciencia de leerme, pasaron la misma circunstancia y deben haber sido afectados de diferentes maneras.
Mi intención al relatar los hechos ocurridos hace 60 años, es recordar que la actividad comenzó hace mucho tiempo y que llegar a los avances de la actualidad costó muchos años de trabajo y de lucha. Un saludo a todos.
Horacio A. Barbieri
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